Tuesday, May 31, 2011

NOSTALGIA

NOSTALGIA

Han pasado veinticinco años ya desde que nos abandonaste con tu sonrisa de siempre y tus frases tan secas. Simplemente amaneciste sin ganas de amar. La premura en coger tus cosas no me hizo notar que era el inicio del final. Es un pequeño viaje de negocios el que tengo que hacer, dijiste, y saltaste sobre tus maletas para que cerraran mientras yo no terminaba de abrir bien los ojos; cogiste tu abrigo, una maleta de mano, una de ruedas y corriste lo más rápido que el peso de las cosas que llevabas encima te lo permitieron. Y mientras yo intentaba sostenerme de la baranda de nuestro balcón tú me hacías adiós desde la ventana del taxi que te llevaba a un destino llamado “abandono de hogar”.

No sé porqué tarde tanto en reaccionar y en darme cuenta de lo que realmente pasaba. Tuvo que transcurrir una semana y media en que no sabía nada de ti desde que partiste, ni una sola llamada, ni un correo electrónico, ni una carta. Nada. Sólo recuerdo que una mañana de domingo decidí preparar la mesa, comprar los embutidos y el pan para el desayuno y un par de rosas, algo así como una cena romántica pero en la mañana y más informal, sólo tú y yo, sólo tú… no, sólo yo.

Recuerdo sentir como me desvanecía mientras abría la puerta de nuestro departamento con vista al mar amor, con el que siempre soñaste, y en el que siempre te soñé yo.

- Disculpe, ¿Se siente bien?, soy su vecino de enfrente… estaba subiendo a mi departamento cuando me di cuenta que…

- Sí, gracias, no es nada, debió ser el calor.

Y qué calor podía sentir yo, cuando la lluvia miraba tristemente mi rostro mientras resbalaba por la ventana para anunciarme que el inverno aún no había terminado, pero es que bien sabes que no soy de las personas que les guste recibir ayuda de gente extraña y mucho menos lástima, así que me incorporé como pude y cerré la puerta. Coloqué las flores en un florero con agua para que no se marchiten, como con todo lo que estaba sucediendo en mi vida, y me senté frente a tu taza a intentar retroceder hasta el día anterior a tu partida. Lo peor de todo es que no logro recordar nada malo que haya sucedido entre nosotros, no logro visualizar alguna situación incomoda o alguna discusión que haya originado esa partida tan fugaz. En verdad no logro entender…

- De repente estoy imaginando cosas donde no las hay y me estoy yendo al lado extremista del asunto, ya sabes como soy. Además no creo que en un par de minutos hayas podido huir así como así, sin decir nada y llevándote todas tus cosas.

Ese día abrí todos tus cajones, uno por uno, desde el más grande hasta el más pequeño y no había un solo rastro de ti, -Quizá haya dejado un par de prendas en su escritorio, o en la lavandería-, pensé… pero nada. Lo único que entraba a mis ojos eran tus libros de los que extrañamente nunca te desprendías, y ahora están aquí, conmigo, tus adornos y cosas raras siguen en su mismo lugar, llenando el librero-estante que compramos para compartir; tus fotos, nuestras fotos, pegadas en la pared sobre la cama, y en la mesita de noche de tu lado, un libro:En octubre no hay milagros” quizá hubiera quedado mejor con “No esperes milagros en octubre”. No recuerdo haber visto aquel ejemplar antes entre los tuyos. Tengo que revisarlo, pensé, y al alzarlo encontré bajo él un pequeño sobre blanco conteniendo unas cuantas dagas para mi piel, lo siento, sentí mucho miedo al ver rebalsar tanto amor, nunca había sentido algo así, y lo más importante, nadie había sentido algo así por mí. Así que antes de que cambies de opinión y me dejes lo haré yo. Adiós. P.d. intenté quedármelo para recordarte, pero creo que no era justo.

¿No era justo? ¿Qué no era justo? ¿Quedarte con mi amor o abandonarme así? Cuando deje caer el sobre y mi cuerpo en la cama escuche un pequeño ruido ahogado y tintineante, entonces caí en cuenta –así como todo estaba cayendo- que la noche anterior a tu partida te había entregado un pequeño aro de plata con nuestras iniciales grabadas junto a la fecha en que nuestra relación empezó y claro, te parecía más justo devolverme el anillo de esa forma que darme una explicación razonable de por qué nos abandonabas.

- Y ahora qué haré, ¿Cómo se destruye toda una vida compartida con planes a futuro para seguir viviéndola? ¿Cómo se hace para eliminar a alguien de tu memoria si no tienes la facilidad de una computadora para formatear o darle un control alt del a tu cerebro? Podría ir tras ese día o tras de ella si salgo por el balcón como aquella vez, o si apretamos el gatillo del “easy exit way” podríamos acabar de una vez por todas con tanto sufrimiento, con tanta indecisión y temor.

Recuerdo verla sacar y guardar sus frasquitos religiosamente de esa gaveta que está en el baño para calmar migrañas y depresión juntas, quizá ahora puedan ayudarme a mí y sacarnos de este gran lío en el que estamos metidos y no dejar huellas tan catastróficas ni evidencias tan asquerosas que nadie las pueda y quiera reconocer. Sí así será mejor para todos.

No me tomó más de cinco minutos en abrir el frasquito y tragar, lo más rápido que podía, las 15 pastillas que me sonreían desde su interior, pero lo único que logré con eso fueron cuatro paredes blancas, una inyección diaria a la misma hora del día –no me pregunten la hora porque me quitaron hasta el reloj- y un pequeño saco blanco que creo confundieron de talla porque no permitía que el aire llegue a mi última neurona ni secarme los ojos cuando las lágrimas anunciaban tu ausencia.

Lastimosamente mi estadía en aquel “motel” –como me gusta llamarlo- no duró más de 11 meses y no hubo más pastillitas mágicas que nos hicieran dormir sin pensar en ti, y hasta algunas veces pasar junto a ti los mejores momentos de mi vida.

Al instalarme nuevamente en casa, y después de tanto lloriqueo, logré conseguir unas sesiones psicológicas gracias a la preocupación de una amiga. Lo único malo es que me sentía tan mal de tener que pagarle a alguien para que me escuchara y no me diga nada, que terminé tomándome literalmente mi dinero y abandonando a aquella pobre e insensata mujer que creía haber encontrado la solución para nosotros y mi llanto infernal en un gotero mágico.

- Tomas 2 gotitas en la mañana, 4 en la tarde y 6 en la noche. Si aún sientes un poco de angustia puedes aumentarle 2 gotitas más a cada ración.

- Y… ¿cómo me dijo que se llamaba?

- Esencia de flores de bach, ¿nunca has escuchado de ellas?

- Oh, sí, claro, flores de bag… por su puesto.


Un día de desesperación logré comprobar que ese gotero de mágico no tenía nada. Me mataba agregando gotitas de dos en dos a cada ración y al ver que no surtían efecto decidí botar el gotero y tragarme lo último que sobraba de un solo sorbo. Si no me pasé la poción mágica con todo y frasco fue porque moriría de asfixia en un momento que no tenía ganas. Al menos quería tener la satisfacción de decidir mi huida.

Con todo lo que te cuento te podrás dar cuenta que fue un poco difícil, no lo voy a negar, tampoco negaré que llore a mares por ti, o que en algún momento sentí vergüenza en decir que aún te recordaba, peor aún, que te extrañaba y seguía amando tanto como el dolor que sentía al pronunciar cada una de esas cuatro letras que tantos problemas pueden ocasionar: “a-m-o-r”.

Pero el tiempo ya paso y heme aquí, frente a ti, cara a cara. No diré que te odio ni que te guardo rencor, sólo siento un poco de frustración por no saber el por qué de tu abandono cuando todo marchaba tan bien.

Ahora, después de veinticinco años ya no lloró ni me duele pronunciar tu nombre como antes. Mírame, tampoco tiemblo y mis ojos no están rojos ni mi voz se entrecorta. No he venido para hacerte lío ni a pedirte que vuelvas, aunque aún no borro esa posibilidad de mi cabeza –y debería decirte que de nuestro departamento tampoco porque aún conservo tus cosas tal y cual las dejaste- pero si quisiera que me digas ¿por qué?

- …

- No lo tomes a mal… yo solo quiero…prometo no decir nada para tratar de comprender. Tal vez, ahora que el tiempo ha borrado gran parte de nuestra historia y la marea está más calmada podamos conversar y…

- …

Saturday, August 21, 2010

Para siempre


Para Siempre


Aún no logro comprender en qué momento se jodió todo. Quizá fue mi manera de pensar, o de repente mi forma de decidir las cosas, o mejor dicho, mi indecisión para tomar una decisión.

Simplemente se aburrió. Fue como aquellas hojas de los árboles que deciden de un momento a otro caer para nunca más subir al mismo.

9 y 22 de la mañana y hace un calor de los mil demonios. Sigo pensando que el verano –y sobre todo el sol- es deprimente… cuando estas solo. Es insoportable ahora tratar de sentarse en una de aquellas bancas sin tener compañía, alguien a tu lado, o tener un celular a la mano cuando sabes que la única persona que más te interesa no lo hará timbrar jamás.

Pero qué más puedo hacer sino es seguir caminando, mientras las sombras de los árboles cubren mis pasos y la brisa del aire sopla sobre mi rostro y a la vez acaricia mi pelo como si supiera lo que estoy pensando, por lo que estoy pasando.

Había dicho que me amaba y que lo haría para siempre, solo que su “para siempre” tenía fecha de expiración… y era ahora.

No logro comprender como es que su mundo, nuestro mundo, pudiera caber en solo dos maletas de ruedas y un bolso de mano. Con la salvedad de que una maleta sería para mí, y estaba vacía, y la otra era para ella, abarrotada con los más bellos recuerdos de mi vida.

Pero es que así era ella, espontanea, imaginativa y ágil. Espontanea, para decidir de un momento a otro abandonar nuestra vida familiar; imaginativa, para llenar su mundo y vaciar el mío; y ágil, para correr con el peso de su cuerpo, una maleta de ruedas, un abrigo, un bolso de mano y un libro.

Con ello puedo suponer que esas cosas eran lo único que le harían falta y compañía en su vida. Y si lo vemos desde el punto objetivo –o su lado optimista- cómo es que hubiera podido ella huir o correr conmigo más, si solo el hecho de tener dos maletas, un saco y un libro, la dejaban imposibilitada de articular sus manos… como para darme una.

Tuesday, June 02, 2009

Qué le iba yo a decir

EL PARADERO

(cambiando terapias)

 

Dicen que uno debe de pensar las cosas antes de decirlas porque luego podemos arrepentirnos por las incisiones que puedan causar en el receptor. Lo malo de esto, o bueno, sería lo malo mío, es que me quedo pensando, pensando y pensando, que termino yéndome por la tangente –como diría un antiguo y querido profesor de facultad- tanto que nunca llego a decir lo que necesito decir o siento en el momento adecuado. Imagino todas las respuestas que podrían tener las frases que pienso, que termino sintiéndome tan mal por algo que aún no ha sucedido y que quizá nunca suceda, pero con tanto pensamiento junto pierdo el sentido de la realidad, como ahora que sigo enredándome, pensando cuál sería la mejor forma de entablar conversación con aquella mujer de ojos marrones claros y pequitas en el rostro.

Sé que se llama Malena, sólo que aún no logro identificar si aquel nombre inscrito en su fotocheck es porque realmente se llama Malena o será María Elena. Que desesperación, aún no la conozco y ya me estoy haciendo muchas bolas en tratar de descubrir el origen real de aquella palabra.

 

Son las 7:32 de la mañana y ya hay movimiento en las calles, el tráfico aún es soportable aunque el sol no lo sea, y aquella marea de personas que sale de una de esas nuevas iglesias –no recuerdo si es agua viva o que viva el agua- es desesperante, no hay espacio en la vereda para que todos pasen sin que yo tenga que moverme de mi sitio, de mi recuadro ubicado estratégicamente.

Lamentablemente no soy de las personas que tengan mucha paciencia, todo lo contrario, y para mí no es nada fácil tener que soportar el calor de la mañana, el ruido de las bocinas de los autos que van incrementando a medida que avanza el tiempo y la gente también, que no se dan cuenta que invaden mi espacio y que me hacen retroceder para volver a mi lugar miles de veces, como si no existiera o como si ellos hubiesen llegado primero a esa cuadra… pero un ligero movimiento de aquellas delgadas hebras de metal me indican que ya son las 7:45 y ya nada importa más, es como si me quedara sordo y mudo, y de repente medio ciego también –como Beethoven y su sordera de una sola oreja-, porque la única imagen que llega a mi cerebro es por un solo ojo -o es que es tan impactante que los dos fusionan en uno- y es la de aquella mujer delgada, blanca, delicada, con un carita tan angelical, y su cabello que cae tan suavemente por su rostro mientras ella intenta acomodarlo otra vez usando los dedos de su mano derecha donde sé que tiene dos anillos, aunque aún no logro divisar si lleva un aro de compromiso en el dedo anular o es un aro parecido en el dedo medio. Pero no importa porque ya se acerca cada vez más, y yo, yo no sé que hacer, mis manos sudan, rayos, las manos nunca me han sudado, no sé hacia donde mirar, tampoco quiero asustarla o que piense mal de mí, es tan bella y tan dulce que no puedo dejar de mirarla. Está solo a diez pasos y creo que me ha sonreído, sí me está sonriendo, de repente deba devolverle ese gesto con otra sonrisa o ¿no? Siento que el sudor de las manos sube a mi cabeza y las mejillas me queman –sol de mierda… no, no es sol-. Sonrío a medias como para no dejar entrever que siento una atracción hacia ella, y se voltea, justo delante de mí, en el recuadro que está delante del mío. Sé que trabaja en el mismo lugar que yo porque sube al bus de la empresa que pasa a recogernos todos los días a las 8am, así que no hay mucha ciencia en ello, lo que aún no logro descubrir es en qué área trabaja.

Siempre dejo que ella suba primero y no necesariamente para mirarla libidinosamente, sino para ver donde se sentará y ubicar un sito estratégico desde donde pueda seguir mirándola sin que se de cuenta, o pueda que hoy tenga suerte y hayan dos sitios libres, juntos, para que ella se siente a la ventana y yo a su costado para poder cruzar palabras, ¡ay si tan sólo tuviera un poco de suerte!

Son las 8:10 am. y aún la sigo mirando, pero ella no se ha dado cuenta, mejor así. Logré conseguir un sitio una fila detrás del suyo pero en la hilera del frente. Su sitio y el mío dan al pasillo. Miro mi reloj, me fijo en el tráfico y aún no termino de decidir si empezar a leer el libro que esta vez traje conmigo o de repente podría seguir mirando a Malena unos minutos más. Quizá “La insoportable levedad del ser” pueda esperar quince minutos más, no creo que Kundera se entere de mis cavilaciones o le importe mucho a estas alturas. Y así empieza la rutina de siempre.

 

A veces no comprendo del todo a las mujeres, por qué si son tan lindas naturalmente tienen que aplicarse toda esa tracalada de polvitos mágicos que lo único que hacen es complicarles la vida y quitarles tiempo por gusto, esos minutos podrían invertirlos en leer un libro –así como yo-. Ni modo, no hay forma tampoco en que pueda acercarme a ella y decirle que siendo tan bella como es, pues no necesita agregarle nada más a su rostro mas que una sonrisa, de aquellas con las que siempre llegas al paradero y me dejas sordo, mudo y medio ciego a la vez.

Siempre lleva un espejito en su cartera, para que yo desde mi sitio, ubicado estratégicamente, pueda observar sus ojos o como es que delinea sus labios y pasa su lengua sobre ellos para humedecerlos un poco. Si tan solo se diera cuenta que aún la sigo mirando creo que no llevaría más ese espejito.

Vuelvo a mirar mi reloj, son las 8:30, estamos a cuatro cuadras del banco y el pobre Kundera mojándose con el sudor de mis manos. Siempre espero a que Malena se levante primero para bajar detrás de ella y poder robarle en el último instante un poco de su aroma que se extiende en el aire por el movimiento de su cabello que recoge esta vez con sus dos manos para poder amarrárselo en una cola. Igual se le ve hermosa.

Con todos estos detalles de ella a veces llego a pensar que estoy obsesionado o que me he vuelto una de esas personas psicópatas, que de tanto observar a alguien, terminan matando a sus víctimas o comiéndoselas por pedacitos –felizmente no es mi caso-. Una gran amiga mía siempre que le cuento mi travesía me responde con su “get a life”, que la deje en paz a la pobre –¿o es que acaso la vas a invitar a salir en algún momento?- y pues NO, pero me alegra saber que existe y que siempre la veré a las 7:50 de la mañana, y nunca más diré que mi trabajo a veces es tan aburrido y rutinario.

Saturday, August 12, 2006

Claude: Libro I

LIBRO I

Había sido la persona más fría de la tierra hasta ese día. Jamás creí poder verla así, ver como su mundo se iba destrozando de a pocos, era como presenciar la destrucción de las torres gemelas aquel 11 de septiembre… piso por piso, columna por columna. Todo termino hecho polvo.

Aún recuerdo sus palabras retumbar en mi cabeza… - Maria Fernanda termino conmigo -, y su respiración entrecortada tratando de ahogar las miles de lágrimas que derramaría un mes después al caer en cuenta de lo que realmente había sucedido.
Mire mi reloj, solo era la 01:42am del lunes, pensé en pedirle en ese momento que venga a mi casa a conversar y a dormir si así lo necesitaba, pero mi día había sido un poco extenuante y la idea un poco descabellada, por lo que solo intente tranquilizarla y prometerle que en la tarde hablaríamos con más calma.

Eran las 6pm del mismo día cuando Claude entro a mi casa, la vi esbozar una leve sonrisa un poco tímida y a la vez tan hipócrita, odiaba que a veces tratara de aparentar sensaciones conmigo o que no me cuente las cosas que realmente estaban pasando por su vida. Solo atine a abrazarla.

- Todo va a salir bien Claude, míralo por este lado, ella tenía actitudes un poco extrañas a pesar de su depresión, era una chica medio rara, nunca me agrado del todo. Pero bueno – la tome de un brazo y la mire a los ojos– pasa, sácate el abrigo y ponte cómoda que eres tu quien necesita hablar.

Me senté frente a ella para ver la expresión de sus ojos y de su rostro al pronunciar cada palabra, para ver si es que ella también escondía su cara tras las manos al llorar, quería tener el privilegio de verla sufrir como cualquier otro ser humano y poder contradecir a nuestros amigos cuando cada tarde me decían “Claude podrá ser muy inteligente, pero no tiene sentimientos, es muy fría, jamás la veras sufrir, así que no la admires tanto”… Sin darnos cuenta, quizá era eso lo que más nos llamaba la atención de ella, su carácter fuerte, siempre demostrando ser una mujer que jamás se dejaría vencer ni doblegar por nada ni nadie. Al final, creo que solo era yo quien admiraba esa dureza en ella.

- Disculpa que te haya despertado tan temprano, la verdad no se que es lo que me sucedió en ese instante, creo que solo fue una leve sensación de perder algo en la vida, y tu sabes que a mi no me gusta perder.

Reímos solo 10 segundos, y al siguiente instante ella bajo la mirada mientras con su mano derecha jugaba con el anillo de plata puesto en su dedo anular izquierdo. Supe en ese momento que debía sentarme a su lado, la abrace muy fuerte, como a nadie he abrazado en este mundo, mientras sus lágrimas mojaban mi cuello y ella también me abrazaba pero sin expulsar alguna expresión de dolor o algún grito desolador que yo esperaba escuchar. Lloro media hora sin decir una palabra, y mientras acariciaba su pelo pensé que solo iba a lograr que se duerma en mi hombro (lo cual no me incomodaba) sin haber escuchado el motivo real por el que ese día Claude y yo nos sentamos en el sillón beig de mi sala.

- Perdóname - , susurró, mientras secaba o hacía el intento de secar mi cuello. Recuerdo haber tomado su rostro entre mis manos… “Claude todo va a salir muy bien, te lo prometo, y si tienes que llorar, llora, si quieres gritar, hazlo, es algo normal, un suceso que a todos los que vivimos en este mundo nos toca pasar. Pero tienes que desahogarte, y para estamos acá hoy”. Logre levantar su mirada acariciando su mentón… “Por qué terminaron? Qué es lo que sucedió para que ella decida acabar con su relación?”.

- La verdad, no tengo la más mínima idea –mientras sobaba sus ojos para limpiar sus lágrimas- lo único que recuerdo es que por alguna discusión estúpida que tuvimos el sábado en la noche, me mando a la mierda el domingo por la mañana... –y mientras apretaba sus manos empezó a reír-.

Su comentario no me causo gracia, pensé que solo se reía por protegerse, para no soltar más lágrimas, se puso de pie y empezó a caminar por la sala, fue directo al mostrador donde tenía unos pequeños juegos lógicos de madera, que a ella siempre le había encantado desarmar.

- No te vas de mi casa si es que no llegas a armarlos otra vez.

Sabía que los armaría de nuevo y los dejaría como estaban al inicio, pero al menos con esa frase logre robarle una sonrisa sincera.
Me quedé observándola durante 5 minutos, parecía una niña de 4 años entretenida con su primer juguete, tan tranquila, tan concentrada, tan…… “Que opinas si salimos a cen… - no pude terminar mi frase cuando ella volvió a llorar, pero esta vez, algo dentro de mi me dijo que sería para siempre.” Me pare inmediatamente del sillón y me senté sobre mis rodillas frente a la mesita de centro, donde Claude estaba armando las piezas lógicas.

- Habíamos quedado para salir el sábado en la noche a la disco, Sofía, su amiga, se titulaba como ingeniera, y a pesar de que sabía que entre ellas habían tenido su revolcón, estaba dispuesta a acompañarla”.

Le quite los juegos de las manos mientras se las acariciaba.

- Hay Cla, tu siempre con tus ocurrencias -mientas la veía sonreir por su expresión tan vulgar-, y bueno no me digas que en la disco ellas volvieron a tener algún tipo de contacto?.

- La verdad no, ni si quiera llegamos a ir, yo…yo… solo me quede dormida.

Se me partía el alma al verla llorar como una niña desconsolada, lloraba y lloraba, y no dejaba de llorar, tuve la sensación de que en cualquier momento se ahogaría con sus propias lágrimas.

- Toma, límpiate…

- Gracias…Dios, que vergüenza,… y tu por qué lloras?

Limpio mis lágrimas acariciando mis mejillas, olvidándose de su llanto por un instante, y prosiguió con su historia.

- Nos mensajeamos en la tarde, como siempre, hasta que llegue a casa, y decidimos… o bueno, ella decidió que me escribiría en la noche, cuando tenga todo planeado y después de descansar. Apagué la luz de mi cuarto y me recosté sobre mi cama, sin destenderla...

Y arranco el llanto otra vez. Ahora era ella quien sacaba los tisúes para limpiar sus lágrimas y su nariz, retiró el anillo de su dedo y lo colocó sobre la mesita de centro, restregó sus ojos fuertemente con sus manos, recogió sus rodillas y las envolvió con sus brazos, apoyando su cabeza sobre ellos. Creo que lanzó una mirada vergonzosa sobre mi, cuando empezó otra vez.

- No fue mi intención, en serio, te lo juro –sentí que ahora hablaba con Maria Fernanda y no conmigo- no quise quedarme dormida. Acaso no tengo derecho yo también de sentirme cansada?, de quedarme dormida?. Por qué no me llamo al celular? O a mi casa? En casa no hay problema si ella llama, o si solo hubiera timbrado al cel para devolverle la llamada… por qué Maria Fernanda, por qué no me llamaste?.

Pobre Claude, estaba totalmente destrozada, pero no hay mal que dure para siempre ni cuerpo que lo resista.
Hablamos media hora más del tema, y derivamos en temas superfluos, pero al menos ella ya estaba más calmada, reímos, bromeamos, y acepto quedarse en mi casa, en mi cama, a pasar la noche.

– No quisiera que nadie más me vea así, me da vergüenza, y encima mis ojos están hinchados.

Vimos un par de películas, de esas que tanto le gustan –Ya sabes que si no son de terror o sangrientas me voy a mi casa-,... por suerte tenía un par en mi depa, vagamente recuerdo que terminamos de ver el despertar del miedo, y en la segunda película ya estábamos dormidas.

Es el último recuerdo que tengo de ella, la última conversación que tuvimos frente a frente, la únicas y últimas lágrimas que vi fluir de sus tiernos ojos aquel noviembre del 2004.

- Tengo que salir de viaje el fin de semana. Me mandan de mi trabajo por un proyecto, pero no te preocupes, vendré de vez en cuando a verte, para salir a tomar un café, sí, en el café Z, que tanto nos gusta, ni nos vamos a extrañar, pero si vemos que no resulta, al 4to mes te llevo conmigo... amor.

Cuanto hubiera querido poder decirle aquellas palabras la mañana siguiente en que la lleve a su casa, pero como hacerlo si no estaba conmigo, como hacerlo si tanto me costo verla llorar.

- Hey, espera, se me olvido decirte… el fin de semana saldré de viaje, me mandan del trabajo.

La expresión de sus ojos cambio otra vez, creo que no debí decírselo de esa manera, lo tomo como un baldazo de agua fría.

- Que bien, te felicito.

- Pero…

- Oye, no te preocupes –me guiño un ojo, haciendo lo que mejor sabía hacer- voy a estar bien, soy fuerte no? Y por cuanto tiempo te vas? A donde te mandan?

- Me voy a Alemania, y…

- Caramba Tami, que suerte tienes, justo el país que tanto te gusta. Yo sabía que algún día te irías.

- …Es por 2 años.

Sentí un pequeño odio en su mirada y una muestra de cariño inmensa en su fuerte abrazo, que llegue a pensar que ella también sentía algo especial por mi.

- Te voy a extrañar –ahora era ella quien tomaba mi rostro entre sus manos- pero voy a estar bien, créeme Tami, créeme... voy a estar bien.

Me dolió que nuestra despedida haya sido tan efímera y a la vez tan sentimental, pero nunca olvidare aquel beso que me dio frente a la puerta de su casa antes de subir al auto para marcharme.

- No te olvides que podremos comunicarnos por mail, diariamente… esa es la magia de la tecnología.

“La magia de la tecnología”, era su frase predilecta, casi un tic diría yo. Pero era verdad, existía el mail y el Internet, así que podríamos seguir comunicándonos como si estuviera en lima.

- Escríbeme!.

Y esa fue la última frase que logre escuchar mientras me alejaba de su casa aquel día.